lunes, noviembre 27, 2006

El inframundo

Y de nuevo me veo abocada a lo imposible.
Creo, sostengo, me temo... que he adquirido la incapacidad de pretender lo posible, tal vez soslayando el compromiso, tal vez porque en realidad no lo desee... de ahí mi tendencia a lo ilusorio.
Me instalo en la comodidad de lo que no va a pasar, evitando que suceda.
Quedándome por siempre... y sin excusa, en el "inframundo" (que dice mi amigo Tomás), por debajo de lo lógico, lo normal, lo admitido, lo humano, luchando contracorriente, cada vez... y repitiendo los patrones conocidos, por mucho que, esta vez, me diga "no es verdad".MJ

viernes, noviembre 24, 2006

"¡Hey, dos copas por cinco euros!"

Llegamos al Camelot a las once y cuarto, y lo primero que hicieron fue invitarnos a Cava. Vaya, la noche, que parecía iba a ser una serie de catastróficas desdichas, empezaba a prometer. Además, habíamos hecho previamente una catación de chupitos en mi casa, para vender bajo la lluvia con más alegría, pero he de decir que creo que yo era la única un poco afectada.
Salimos a vender nuestras copas, armados con nuestros paraguas, y empezamos a acosar. Porque al principio, en estas fiestas universitarias, sientes que estás acosando a los pobres transeúntes. La oferta era dos copas por cinco euros en el Camelot y en el Morgana, y Alba fue la primera en lanzarse a uno, un poco nerviosa:
- ¡Eh, tenemos cinco copas por dos euros!- Vaya ofertón. El chico debió pensar que aquello era una broma, porque ni siquiera se giró. Los primeros intentos suelen resultar infructuosos, y a veces hasta te vacilan. "¡Dos por cinco!", le grité a uno que caminaba con rapidez hacia el Camelot. Se giró y me respondió: "¡Diez!". Bien. Rosa y yo decidimos que, para funcionar como equipo, ella sería la que pararía a la peña, mientras yo pondría el punto cómico (cuando una trabaja con Rosa y su escote, hay que ser simpática para vender algo...).
Nos pusimos en la calle, y nos iba bastante bien, hasta que de repente salió un chico grande del bar de al lado: "Eh, perdonad, pero desde esa puerta hasta aquella esquina es territorio de La Hacienda, sólo nos podemos poner aquí los comerciales de este bar". Así que mientras nos movíamos, Rosa me iba diciendo: "Se tienen repartida la calle, como las prostitutas, ¿no?". Nos pusimos en la que iba a ser nuestra esquina, al lado de un chico, que vendía tickets para el Trastevere, y que según Rosa tenía pose de Napoleón y era un poco pavisoso, aunque mono.
Empezamos a vender bastante, nuestra técnica definitiva fue entrar directamente a pronunciar el nombre del bar, que suele llenarse todas la noches: "¿Vais al Camelot? ¡Pues tenemos vuestra oferta!". Nos estábamos quedando heladas entre el viento y la lluvia, así que nos metimos en un portal, y cada vez que pasaba alguien, salíamos de repente, en plan aparición, gritando: "¿¿CAMELOT??". Algunos se paraban al borde del infarto. Fue entonces cuando llegaron Álvaro y Pablo, que todavía no habían vendido nada. Les dijimos que nosotras llevábamos un buen rato haciendo la calle y que si querían nuestra esquina un rato, que nos había ido bastante bien. Allí los dejamos y nos fuimos al bar a coger calor. A la media hora o así, decidimos volver a ver qué tal les iba. Estaban los dos enfrascados en una conversación con dos guiris, y cuando nos acercamos, lo primero que oímos fue a Álvaro muy emocionado diciendo: "¡The Kinks!". Rosa me miró como diciendo: "¿Y este chico no piensa en otra cosa?".
Después de que el Camelot se llenara, de que la lluvia nos hiciera a todos resguardarnos, de empezar a perder cosas y luego encontrarlas, de piques momentáneos, de que el cansancio empezara a hacer mella, de ir hasta el Morgana a intenter seguir vendiendo (sin éxito), después de las cuatro y media de la mañana, llegó el jefazo y nos pusimos a hacer cuentas. Y cuando ves cómo aquel señor se agencia 600 euros, casi lo que nos va a costar un viaje a Cuba, mientras a ti te da cuatro billetes que suman 135 euros, te das cuenta de que sí, sacar dinero es el objetivo y nos vendrá muy bien, pero en noches como la de ayer, lo más importante es reírte y pasártelo bien.

Por cierto, me ha dicho MJ que ponga explícitamente que la que escribo esto soy su hija, para que los lectores habituales no piensen que ella, una honorable maestra de infantil, hace la calle vendiendo entradas los jueves por la noche.

jueves, noviembre 23, 2006

Corcho----Пробка

Se pueden blindar los sentimientos. Meterlos en un búnker. Lo sé. Ignorarlos y llegar a no sentirlos. Lo sé. Y convertirte en corcho.
También se pueden mimar, hacerlos crecer con ayudas inventadas, mantenerlos artificialmente hasta que te das de narices con lo ficticio y entonces... añorar los alcornoques.
De momento... no me mires, no te tapes la cara tampoco...
Prometo acorazarme, encerrar mis emociones en un bloque de hormigón... sin un trocito de tierra dónde cultivar mis ilusiones... no inventar.
Pero tú, a cambio, debes guardar tus miradas en el bosillo derecho de tu chaqueta, el de dentro... dónde yo, ni siquiera, las intuya. MJ

martes, noviembre 21, 2006

Andrés!! (el que no es Calamaro)


Últimamente nos hemos hecho habituales del Savor y sus múltiples actividades culturales. Cuando llega el lunes, buscamos por los alrededores de la facultad el cartel con la programación semanal (somos demasiado vagos como para ir al Savor a por ella, nos pilla a unos cinco minutos...). Pasamos muy buenos ratos allí, viendo (mmm, escuchando también) a Fernando Álvarez, descubriendo poetas, riéndonos con Andrés Sudón (va a ser que todos los Andrés que conozco llevan un artista dentro), cantando a voz en grito, como las "grupis" que somos. Y de vez en cuando llega un día a marcar en el calendario, un recital en el mismo Savor de nuestro querido amigo y compañero Andrés Catalán.
Después de la emoción contenida durante semanas, de buscar un músico con rapidez y encontrar a Álvaro, de convencer (o engañar) al amigo Luis Miguel dos Santos para que leyera con él, de las dudas, las presiones, los problemas, sus soluciones... Llegó el día 14 de Noviembre. Todos estábamos allí, las tropecientas mujeres que formamos 4º de hispánicas y los pocos hombres que podían ser público (tengamos en cuenta que dos de nuestras joyas masculinas estaban en el escenario). Y no sé si es que nos emociona mucho tener a un amigo ahí subido o es que es tan bueno como parece, pero nos encanta, siempre nos encanta. Tiene esa planta, ese saber estar, esa seguridad, y, qué coño, esos versos... Entretejidos con los de Luismi y dejando espacio para los Kinks de Álvaro.
Hubo grandes momentos, como Rosa y yo bailando un blues al fondo del local, o esas fotos locas y mal disimuladas a personajes interesantes, o todos cantando, o Andrés y sus típicas borderías, o Álvaro mostrando el LP de The Village Green Preservation Society, en lo que fue el momento más friki de la noche ("God save the Village Green, God save the Kinks!!").
Y, bueno, aunque después la fiesta siguió y los chupitos de colores inundaron la noche, hay que decir, sin tener en cuenta mi visión filológica, que siempre queda un hueco para la poesía, sobre todo para la de Andrew, ¿para cuándo el próximo?

Por cierto, en la foto (cortesía de Rosa), Álvaro, Andrés y Luismi en un momento del recital.

jueves, noviembre 16, 2006

Оазис. Oasis

Supongo que hay sitios dónde, sin proponértelo, te encuentras bien, aparte de tu propia casa, quiero decir.
Yo ahora, y de momento, lo tengo. No importa que llueva, el frío, lo que pese el día... entramos (también vale en singular, pero es mucho mejor, infinitamente mejor, en plural)... y comienza la magia (algo de esa magia supongo que la portan quienes me acompañan y algo surge en el lugar)... los músculos se relajan (excepto los maseteros), el frío desaparece... y el peso que conlleva el día, aunque nunca se vaya, se aligera...
Y a veces, se encuentran ojos que te miran, sonrisas que te responden y palabras, que en silencio, te hacen cómplice.
Otras, el teatro, los cuentos, los gritos, adivinanzas y canciones... logran lo que, de otra manera, no hubiera podido ser.
A veces es martes, y, de la chistera, consigo un "oasis", en el medio de la semana. MJ

lunes, noviembre 13, 2006

Mis pretensiones

La mayoría de las cosas que pretendo son imposibles... Sea en el amor, sea aprendiendo idiomas... sea a la hora de hacer útil mi tiempo... y más.
Y esto me genera una perpetua insatisfacción, que, no por tenerla asumida, resulta menos desagradable.
En la serie que estoy viendo, quinta temporada ya, hay dos personajes que quieren vivir juntos, cada uno a su manera... ninguno de los dos son felices, ambos insatisfechos.
Y esto me hace pensar, que tras breves lapsos de tiempo, la insatisfacción es una característica del ser humano.
Pero por qué, otra vez, lo que quiero no se corresponde con lo que me toca tener???? MJ

viernes, noviembre 10, 2006

Dominio informático

El otro día MJ vino hacia mí con una libreta y un boli en la mano, como si fuera a hacerme una entrevista. Pero no, lo que me dijo fue: "Anais, quiero aprender a utilizar el e-mule para tener Queer as Folk". Nos pareció una idea estupenda, y allí estuve, enseñándola paso a paso:
- Ahora le das a buscar y pones aquí lo que quieres que se te baje.- Y ella copiando en su libreta: "Click izquierdo en buscar, escribo "queer as folk, capítulo 3,4,5,6,7,8,9..." en cuadradito blanco".
Ahora lo puede hacer con los ojos cerrados. Lo cierto es que desde que aprendió a utilizar el e-mule, nuestras vidas han cambiado por completo.
Para empezar, el ordenador siempre está encendido, y la mula trabajando, pero ya nadie nos dice: "¡Apagad de vez en cuando el ordenador, que un día se nos quema!". Ya puede arder la casa, que mientras siga teniendo Queer as Folk, a ella le parecerá bien.
Por otro lado, la mujer no tiene todavía un gran dominio de los tecnicismos informáticos, y los confunde. Te puede venir un día tranquilamente y decirte: "Ay, qué bien, ya he puesto a grabar los capítulos tres y cuatro, pero luego me los tienes que bajar en un disco, ¿eh?" Eso digo yo: "¿Eh?"
Y cuando el ordenador va lento porque la mula está funcionando a toda velocidad, ya no se oye por toda la casa: "¡¡Wareeeeeeeeeeeeee, arréglame esto, que no puedo mirar el correo!!". Ojalá. Ahora lo que se oye es: "¡¡Annieeeeeeeeeeee, ni se te ocurra quitar el e-mule, y si no puedes ver el correo, te aguantas!!"
Por no hablar de lo que es entrar en casa y escuchar un montón de gritos en inglés (va tan adelantada que los capítulos sólo están en versión original subtitulada) y ver a tu madre anonadada delante de la pantalla del ordenador. Y pasan dos horas, y ahí sigue, porque se baja cuarenta capítulos al día. Encima no nos deja hacer ruido en el salón, "¡pero mujer, si lo oyes en inglés!"
A veces se pone los cascos, pero entonces no ganamos para sustos y dolores de garganta. Porque en mi casa se habla a gritos: "¡Mamááá!" Y nada, ella está en su mundo paralelo, con los cascos. "¡Mamááááááááááááa!" Silencio. "¡MAMÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁ!" Hasta que vas al salón y le das un toque más o menos brusco (depende del tiempo que lleves gritando) en el hombro. Se sobresalta, se le caen los cascos, busca la pausa desesperadamente, no la encuentra, y te acaba mirando con cara de "¡hija, por favor!"
En fin, que está muy bien que se vayan aprendiendo estas cositas, y que MJ sepa hacer todo esto nos parece muy bien... casi siempre. :)

miércoles, noviembre 08, 2006

Noviembre

Noviembre me pesa.
Camino, pongo un pie delante de otro y no llego, no avanzo. Y no sólo metafóricamente. Salgo de casa, a la misma hora de siempre, que me sobra tiempo... y llego tarde. No puedo ir más rápido, no puedo dar pasos más largos, no me atenaza el frío... pero no llego, no avanzo, noviembre me pesa.

Pero entro, sonrío, hago el primer esfuerzo. Y durante el tiempo necesario me transformo, el mes se transforma... respiro, olvido y comienzo... vuelvo a casa deprisa, rápido, con más de una sonrisa, guardada, para siempre, en mi mochila.
Ahora no lloro... tal vez mañana. MJ

domingo, noviembre 05, 2006

Batalla campal

Me apoyo contra el único trozo de pared vacío de mi habitación. Estoy allí, de pie, descalza, mirando el maldito plano de su ciudad, pensando, manteniendo la lucha interna más feroz de mi vida.
En un bando, el ejército liberal, "rompe con todo, cambia tu vida a mejor, sé independiente, arriésgate y vive, no caigas en la rutina", van de rojo. Por otro, el ejército azul, más conservador, "mejor lo conocido, con ello estás bien, no te arriesgues, esto es mucho más cómodo". Como música de fondo, El Violinista en el Tejado: "Tradition! Tradition!". Como angelito/diablo (según se mire), mi profesor de Lengua en la Comunicación: "Lo imprevisible nos da miedo, y huímos del miedo. Por eso siempre vamos a clase por el mismo camino, por eso compramos aquello cuya marca resuena en nuestro cerebro". Como diablos/angelitos, ellas: "Así no estás bien, debes superarlo, no te merece".
Tengo los pies helados, pero no puedo moverme. Los golpes de la batalla que se fragua en mi cabeza me producen jaqueca. Las espadas chocan sin cesar, sí, es que es una guerra en plan medieval, consecuencia de haber pasado un mes leyendo El Libro de Alexandre. Maldita sea, las tres de la mañana. "¿Y si le doy un toque?" "No...".
El ejército rojo sale victorioso esta noche. Consigo reaccionar, despejar la mente, y me arrastro a la cama, otra vez, sin saber nada de él. Pero, ay, qué largas y dolorosas son las guerras...