sábado, octubre 15, 2005

Oir campanas y no saber dónde

Estrenaré este blog haciendo honor a su nombre: Me referiré a continuación a lo acontecido hace unas horas cuando, al igual que otros miles de salmantinos, Ana y yo nos dispusimos a acudir a escuchar el maravilloso concierto de campanas de Llorenç Barber que tanto se esperaba, escrito especialmente para la Cumbre Iberoamericana que estamos disfrutando (y padeciendo) estos días. Y sí, el resultado del recital se puede considerar un tanto catastrófico, como suelen terminar siendo todos los eventos a los que acudimos Ana y yo, véase sin ir más lejos nuestro intento fallido de ver a Lula, Chávez o ZP saludando desde el balcón del Ayuntamiento, que quedó reducido a buscar, dentro de una furgoneta blindada que pasaba a gran velocidad, a su majestad la reina doña Sofía, mientras el gentío de alrededor gritaba encantado y saludaba con fervor.
Volvamos al concierto nocturno y al tapón humano que se formó en la Rúa. Decía Ana que si alguien amenazaba de bomba, sin duda moriríamos aplastadas por la avalancha. A mí se me puso un nudo en un punto intermedio entre la garganta y el estómago, porque si la gente casi me puede aplastar cuando van caminando tranquilamente, imagínate una marabunta enloquecida.
Las campanas debían empezar a sonar a las 23:00, eran las 23:35 y estábamos sentadas en el suelo -húmedo- de la calle, porque decía Ana que estando tanto tiempo de pie nos podían salir varices; decidimos no arriesgarnos. A las doce menos cuarto nos levantamos, porque decía Ana que tenía el culo frío, y muy poco después empezaron a sonar las campanas. "¿Dónde?" "Chsst" (los de alrededor) "No sé" "¡Chssssst!" "Se oyen lejos" "Qué mal suena, ¿no?" "Estarán ensayando" "¡Chssssst, cojones!"
Quizás estábamos en mal sitio, quizás había demasiada gente respirando a la vez, o quizás las campanas de Salamanca ya no son lo que eran, pero nosotras estábamos bajo la Clerecía, y para oir las de la Catedral tuvimos que hacer un importante esfuerzo auditivo. Después de unos cinco minutos de concentración, Ana concluyó que sonaban desacordes. Yo creo que les ha faltado un poco de ensayo y bastante fuerza en los brazos.
- ¿Nos vamos al pueblo?
- Gran idea.